Exitismo no es lo mismo que tener estándares altos
El costo del acelere interno como reacción a la urgencia externa -debido al apego a la productividad-y el efecto que ello tiene en cómo nos percibimos a nosotras mismas, nuestros valores y prioridades
Ese acelere interno.
Esa inquietud, al ritmo de hormigas plagando la superficie del hormiguero, de hacer, de mover, de generar.
De
no
dejarse
de
mover
nunca.
Ese apego a la productividad.
Esa adicción a los hits de dopamina cada vez que sentimos que hicimos algo, mucho, suficiente.
Suficiente como para sentirnos productivas en este mundo, para sentir que hay algo tangible que puede merecer reconocimiento del afuera.
Something to show for ourselves, dicen los norteamericanos en una descripción perfecta. Se traduce algo como: algo que mostrar por nosotros mismos.
Algo que mostrar en base a métricas externas, métricas inventadas.
Métricas que parecieran basarse en estándares elevados,
pero, en realidad, son la medida perfecta de cuán poco esperamos.
Cuán poco creemos merecer.
Pues por (sobre)adaptarnos a ellas, nos abandonamos a nosotras mismas. Abandonamos nuestros ritmos internos, los ritmos de nuestros ciclos y nuestra maternidad, los tiempos de nuestra creatividad y lucidez.
Por honrar lo que valora el otro (¿quién? ¿por qué?), dejamos de honrar nuestro propio genio y los tiempos y el espacio que verdaderamente necesita para expresarse. Dejamos de honrar que, como mujeres que somos, cada día del mes requiere de una dedicación y expresión diferente, y que cada etapa de nuestra vida también (debido a que tiene un impacto directo en nuestra energía, capacidad y disponibilidad).
Estos marcadores de (la percepción de) éxito no nos permiten ver, no nos permiten vernos.
Registrarnos. Registrar nuestro verdadero deseo y lo que realmente vinimos a hacer, expresar y crear en este mundo.
Nos llevan a creer que deseamos ciertas cosas que realmente no deseamos o no nos mueven, solamente porque, según la narrativa colectiva, debería ser algo que deseamos.
Nos llevan a creer que no merecemos cierto reconocimiento, dinero o ciertas dinámicas, porque la forma que toma se ve distinta a cómo todos los demás viven.
(Cuando, en realidad, es un reflejo de cuánta maestría hemos logrado alcanzar en movernos según nuestro diseño, lo que creemos posible y nuestra capacidad para crear circunstancias favorables a nuestro sueño). Entonces, si de pronto nos encontramos actuando de manera 100% alineada con nuestra alma, nos auto-boicoteamos, pues la sensación de culpa por haber podido desarrollar aquello que los demás (supuestamente) no pueden y poder vivir de manera abundante (debido a nuestra mentalidad de abundancia), es demasiado para nuestro sistema nervioso.
Pues sostener la abundancia, la belleza y la paz en nuestra vida a veces es más difícil y tortuoso que sostener el sufrimiento. A veces es más fácil ceder ante las narrativas de la queja y el sufrimiento que sostener todo lo bueno en nuestra vida. A veces es más fácil ser igual a todos los demás y hablar de todo lo que tenemos en común en cuanto a nuestras penurias, que destacarse por la vida que una lleva, por la vida que una sueña, por la vida que una materializa, y por la mentalidad de: “Creo que hay una solución alternativa a esto y que, con un poco de imaginación y creatividad, puedo parir algo diferente para mí”.
No hay nada que se le compare a vivir una vida con intención, convicción y visión.
Los automatismos solo nos llevan a reciclar historias y narrativas de nuestro pasado y el pasado de nuestro clan y nación.
La programación inconsciente nos hace creer que nuestras elecciones vienen de un lugar de progresismo y libertad de lo que nos han impuesto y heredado, pero nos mantiene en sus garras, eligiendo una y otra vez aquello que no deseamos pero creemos querer porque ha pasado suficiente tiempo y suficiente tiempo inmersas en una sociedad que lo corrobora, que creemos que no hay otra opción o que ésta es la mejor opción.
Hoy las mujeres creemos que somos libres porque podemos elegir aquello que las mujeres que nos precedieron jamás pudieron.
¿Pero acaso somos libres si elegimos desde el lugar reactivo de “aprovechar” todo lo que hoy podemos hacer solo porque es posible y no porque es lo que deseamos de corazón?
¿Acaso somos libres si nos tenemos que adaptar a una forma masculina de hacer las cosas permitiendo que, cual tsunami en el océano Pacífico, ese modelo de hacer las cosas arrase con nuestros ritmos biológicos, necesidades espirituales, paz psicológica y nuestra disponibilidad para nuestros bebés y niños?
¿Acaso somos libres si confundimos exitismo con tener estándares altos?
¿Cuán madura es nuestra forma de relacionarnos con nuestra vida si pensamos en el corto plazo en vez de poner nuestra mirada en el largo plazo y lo que podemos construir en toda una vida, en vez de en un solo momento y lo que me puede gratificar de manera inmediata e instantánea?
En uno de sus escritos, Brittany Eastman dice: “Una de las grandes decepciones de nuestro tiempo es que hay algo o alguien a quien seguirle el ritmo. Esto es simplemente una distorsión de líneas de tiempo y una inhabilidad para mantener nuestra atención y devoción en nuestro propio camino”. E invita a la reflexión en base a estas preguntas:
“Más allá de escribirlo, ¿cómo se vería el realmente dejar todo aquello que te llena de adrenalina?
¿Cómo se vería el tomar todo lo que sabes sobre mantener el ritmo e ‘ir tras más’ y colocarlo gentilmente a un lado?”
Y una de mis preferidas: “Cómo se vería el considerar “más” como algo diferente a lo que siempre conociste?”
Porque muchas veces no tiene que ver con el éxito, sino con tener estándares altos para cada área de tu vida.
Muchas veces no tiene que ver con más de lo tangible, fácilmente reconocible y mostrable. Sino con tu energía vital, con aquello que te apasiona, te entusiasma y te inspira.
Con la vida que realmente deseas vivir, según tus propios parámetros, tu propia escala de valores y tu propio diseño.
Brittany Eastman continúa: “La decisión que tomé tenía todo que ver con sostener más, pero no en la forma que lo había venido a conocer. Elegí -decidí- que sostener más no tiene que ver con incrementar las métricas típicas, sino fomentar espacio para más de las cualidades que yo deseo”.
En una sociedad y cultura cuya máxima obsesión es la validación externa y la aprobación social (inmediata), ¿cómo elegís vivir tu vida vos?
¿Cuáles son *tus* estándares?
¿Puedes medir tu vida y la concepción que tienes de ella y de vos misma según tus ideas sobre la vida y no la de los demás?
En un tiempo de apuro, acelere y urgencia,
de exceso de productividad y socialización,
de glorificación de la mirada aprobatoria del otro,
del hacer y producir ya,
la medicina es descansar en la gentileza del gesto hacia nosotras mismas de honrar todo lo que está sucediendo en nuestro interior, preservando nuestra intimidad con reverencia, protegiendo nuestra libertad y soberanía con inteligencia, creando con visión y misión, viviendo con intención y silencio, con espacio para ser, estar y descansar.
Volviendo una y otra vez a nuestro centro.